sábado, 21 de marzo de 2009

Los abrazos rotos



Aún no la he visto, voy a ir esta tarde, pero me muero de ganas, llevo esperándola mucho tiempo. Tengo mucho miedo al respecto, he leído muchas entrevistas, críticas, recomenaciones, etc. y tego las expectativas muy altas, por las nubes, seguramente más de lo que le corresponde, aún así, estoy convencida de que no em va a decepcionar, tiene todo lo que necsita para gustarme: Pedro Almódovar, Blanca Portillo, Carmen Machi, Penélope Cruz (sí, me gusta)...

Hablando de Penélope, no entiendo a toda esa gente que dice no soportarla, toda esa polémica que se ha montado en torno a su Oscar, para mí, muy merecido porque es lo mejor de Vicky Cristina Barcelona, hasta que aparece la eli es un coñazo, está tremenda. La mayoría de la gente que le critica no ha visto la película, de los que la han visto lo han hecho en versión doblada. Mal, muy mal, en general opino que las pelis hay que verlas en versión original, en esta en concreto, creo que no tiene sentido hacerlo de otro modo.

Pero volvamos a Los abrazos rotos, Rubén me dijo que me iba a encantar sobre todo por el rollo narcisista de Pedro en ella, seguramente me encante y la sola idea de autohomenajearse em parece muy grande, jajaja. Aunque Pedro diga que no se trata de eso, también le doy toda la razón para qué escribir una historia si vas a destrozarla? porque no utilizar una de las miles que ya tienes escritas? Si además, usando una historia tuya no se te puede quejar nadie...

Dice Blanca que para ver esta peli tienes que ir con el corazón dispuesto a sentir, que no se trata de ver cine sino de sentir cine. Me muero de ganas.

Dice Pedro que la primera vez que la ves la disfrutas y que la segunda vez la entiendes, creo que estoy dispuesta a verla las veces que haga falta.

Dice Penélope que con Pedro trabaja sin red, que se lanza, se deja hacer. Eso solo sognifica una cosa, va a estar tremenda otra vez.

Digo yo, que mañana os cuento como ha ido.

martes, 10 de marzo de 2009

Sicaria onanista

No hay nada que me ponga más que el calor que desprende una pistola recién disparada. El contraste del frío acero en el momento de antes, con el ardor instantáneo que produce la bala. Seguro que no me entiendes, pero es que claro, aún no sabes que soy sicaria desde de los doce años y que mi despertar sexual fue unos años más tarde.
Puedes hacerte a la idea, una niña como yo, rodeada de tanto hombretón… A todo el que me ponía una mano encima, mi padre le volaba la cabeza, así que llegó un momento en que directamente se la volaba yo.
Cuando empecé a entender de que iba la cosa, cuando empecé a tener curiosidad… Insisto en que habían pasado unos cuantos años, porque para matar siempre he tenido un talento innato, pero para lo que es el sexo, he sido más bien lentita.
Total, que a los 16 años me hice novia del hijo del panadero que nos servía de correo y con él tuve mis primeras relaciones sexuales. Por entonces el barrio estaba muy revolucionado y todos los días había algún recado. Todos los días Roberto me traía el encargo, momento que aprovechábamos para nuestros escarceos amorosos. Durante mucho tiempo, saber que había que matar a alguien significaba un ratito de placer. Además, siempre me ha gustado mi trabajo…
Así fue que de tanto asociar lo uno con lo otro pues que llegó un momento en que no podía haber una cosa sin la otra. Roberto lo entendía y cuando las cosas se calmaron en la ciudad, me llevaba de caza para desahogarnos…
Intentó ayudarme a superarlo, llegó a atarme la cama para evitar el asesinato postcoital, pero yo seguía enganchada. Una noche, se quedó dormido antes de atarme y… lo maté. Ahí mismo, en su casa, en su cama, con su pistola y desnudo. Fue absolutamente increíble.
Ese día fue la primera vez que me masturbé con una pistola.

domingo, 8 de marzo de 2009

Reencuentro

Hace mucho tiempo que no nos veíamos pero aún recuerdo como tomas el café, solo, cortito, con media cucharada de azúcar. Recuerdo el gesto que haces mientras calculas la cantidad exacta que debes echar y tu mirada pensativa mientras le das vueltas.

Recuerdo nuestro primer desayuno juntos, cruzando sonrisas y miradas cómplices. Recuerdo tus chistes malos, tu canción favorita y el libro que leías cuando lo dejamos.

Recuerdo lo felices que éramos y cuanto nos queríamos. Pero ahora que te vuelvo a ver no consigo recordar por qué te amaba.